“Como el perro y el gato” es una frase que describe la relación entreindividuos mal avenidos .Aún así, el perro y el gato no son animales “enemigos” sino simplemente,competidores en un nicho trófico conjunto.
Este artículo se basa en una investigación llevada a cabo por los psicólogos Antonio Pozuelos y Rosana Álvarez a cerca de la relación de perros y gatos con el hombre a través del tiempo en el proceso de domesticación.Cada día aumentan las estadísticas de dueños que mantienen en sana y “peligrosa convivencia”, mascotas de diversas especies, incluidos perros y gatos.
Quizás los experimentos de Pavlov, Thonrdike y demás expertos encondicionamiento, han logrado el milagro de la conducta de no-agresión enla que fueron creados. En este artículo, los autores citados, caen en la tentación de hacer una comparativa entre las conductas de estas dos especies que conforman el 90% de las mascotas de nuestros hogares.
Primeras relaciones entre perros y humanos
La primera forma salvaje domesticada se remonta, a 14.000 años A.C. y fue el Canis familiaris. Se domesticó por necesidad imperiosa de tener un aliado que optimizase a Homo sapiens sus factores de supervivencia (caza, protección de recurso y compañía).
Después, y hace 8.000 años según Forni (1990), Homo domestica a los “ladri di messi” (ladrones de mesa) ovinos que ramoneaban las cosechas plantadas por el humano cuando deja de ser cazador recolector para establecerse en campamentos fijos.
Primeras relaciones entre gatos y humanos
No es hasta el periodo de 3.000 a 2.000 años antes de Cristo, cuando el hombre decide domesticar a un mamífero carnicero como el Felix lybica o Felix silvestris para disminuir la población de roedores que mermaban sus ganancias agrícolas. Se fija su aparición en Egipto donde pronto pasa a ser animal considerado como sagrado en los ritos religiosos faraónicos. El gato no parece tener una justificación clara en nuestra supervivencia. Aún hoy no podemos hablar de una segura domesticación de esta especie.
Los autores de este artículo consideran que el gato no está totalmente domesticado o si lo está, es el menos doméstico de nuestras especies domesticadas. Su conducta es totalmente distinta de la del perro, su adiestramiento más difícil y su convivencia más compleja.
Quizás en nuestra necesidad gregaria, limitada por la sociedad actual, el gato pueda aportar al humano una compañía necesaria para su propia estabilidad o ser una imagen de lo que un día lejano perdimos; nuestra capacidad individual de supervivencia. Así, y como decía Víctor Hugo, Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre.